PRESENTACIÓN DEL LIBRO “ÁNGELES EN ASTRONAVE” de Monseñor Corrado Balducci, en la librería Internazionale Remo Croce de Roma el 25 de marzo de 1983.

Discurso de Monseñor Corrado Balducci- Director de la Oficina de Evangelización y Cultura del Vaticano. Demonólogo.

“No puedo negar que he empezado la lectura de este libro con cierto escepticismo y con alma de inquisidor buscando algo que pudiese chocar contra algunas verdades fundamentales.

La ufología es, sin duda alguna, una materia muy sugestiva; por lo tanto en ella algunos trastornos fisiológicos y sobre todo psíquicos como la ilusión, la alucinación, la sugestión pueden jugar un papel importante. Pero reducirla sólo a eso es algo insostenible y peligroso teniendo en cuenta los actualmente numerosos y diversos testimonios. Es decir, no se trata sólo de imaginación. Vivimos en un momento histórico en que es necesario decir: algo existe realmente”.

Hace algunos años, escribí algo con respecto a otro ámbito científico o casi, el espiritismo. En 1959 escribí: “Una incredulidad exagerada, además de estar en contra del más elemental sentido de la prudencia, puede tener en el ámbito religioso repercusiones funestas”. Y citaba algunas frases del libro “Espiritismo e Iglesia”. “Desde un punto de vista lógico, los cristianos que aceptan el milagro y otros acontecimientos narrados en el Evangelio, se encuentran en una situación excepcional. No pueden coherentemente rechazar con obstinación los testimonios reiterados de modernos testigos fiables que cuentan lo que sus ojos han visto y lo que sus orejas han oído en circunstancias que aparentemente descartan la posibilidad de engaño.

Todo nuestro sistema de apologética se basa en la creencia de las verdades que cuentan los evangelios, por eso la demolición sistemática y el discrédito de los testimonios humanos que recuerdan simples hechos reales, me parecen por principio en contra de cualquier creencia en la seriedad histórica del Evangelio e indirectamente en contra de cualquier creencia en la revelación cristiana.

Ya no se puede dudar. Una puerta se ha abierto a los ufólogos, los fenomenos existen, existirán diez en vez de cien, pero los fenómenos existen. Pero ¿Cómo se explican estos fenómenos?

Por lo que se refiere a los así llamados marcianos, y en relación a la posibilidad de la habitabilidad en otros planetas, no sabemos nada cierto y eso explica también el por qué nuestro Eufemio Del Buono expone en su fervor las motivaciones hacia la actitud de espera de la Iglesia en dependencia de las ciencias.

Pero la Iglesia puede decir mucho. Es algo posible. Claramente hablo desde un punto de vista religioso y no desde un punto de vista científico. Las posibilidades de Dios son infinitas.

Mañana es la fiesta de la Anunciación y hay una frase que nunca deberíamos olvidar, que fue pronunciada por el ángel a la Virgen María: “¡ Delante de Dios nada es imposible!”.

Pensemos si Dios no puede hacer palpitar millones de planetas y estrellas y no sé que más…

Un salesiano, fallecido a finales del siglo pasado, don Feltrami, para quien han empezado la causa de beatificación, en sus oraciones siempre recordaba los posibles habitantes de otros planetas y escribió un libro para demostrar la posibilidad de la habitabilidad de otros planetas.

No sólo es posible en la teología, sino más bien según varios teólogos, es algo verosímil, pero no significa que sea verdadera y por esta verosimilitud hay un antiguo axioma en el que se dice que existe en la naturaleza toda una escala entre los ángeles y nosotros mientras no existe por debajo de nosotros, reino vegetal o animal o humano (alma y cuerpo). Ángeles sólo alma, sólo espíritu, un poco demasiado. Pero puede que existan seres que son más espíritu que materia.

Dice S. Pablo que Cristo es el centro y el jefe de la creación del universo. No existen por tanto mundos que no tengan referencia en Cristo. De los textos bíblicos se puede afirmar que Cristo como verbo encarnado, ejerce su influencia en todos los posibles planetas habitados. Pero en el libro no se habla de marcianos, sino de ángeles y almas de difuntos.

Consejo de Rodas, IV siglo: “Dios creo lo visible e lo invisible”. La Iglesia se pronuncia en lo que es materia revelada. Los teólogos pueden concederse el capricho de hacer elucubraciones etc… pero lo que dicen los teólogos es distinto de lo que diría la Iglesia. Hay que distinguir. Lo que dice la Iglesia es verdad revelada quizás propuesta como dogma que no añade nada a la verdad revelada, pero le da un carisma, es como poner un sello a un papel con membrete. El Credo de Epifanio, Concilio de Constantinopla, el credo de Constantinopla que recitamos durante la misa en italianao: “Creador de todas las cosas visibles e invisibles”. La fiesta del ángel de la guarda subraya un aspecto particular de los ángeles que Giorgio ha explicado muy bien.

Me gustaría detenerme un poco más en las almas de los difuntos, que realmente existen, de las almas de los vivos, para tener una idea si una vez difuntos pueden o no pueden realizar lo que Giorgio ha dicho y ha visto. Hoy día, en la filosofía se va subrayando y sustituyendo el concepto del dualismo alma-cuerpo con el concepto de trascendencia del alma sobre el cuerpo. Todo eso porque el alma es más íntima al cuerpo que el cuerpo consigo mismo. El alma está en todo el cuerpo y en cada parte del cuerpo, cosa que no sucede con el cuerpo en el cuerpo. El alma aunque forme con el cuerpo una sola realidad, una única sustancia, una sola consistencia, no se mezcla nunca con el cuerpo. De ahí la liberación de los difuntos y la nueva orientación que están emprendiendo los psicólogos.

En la bellísima narración de la escena de la muerte, es decir, la liberación del alma, se entiende que ya durante la vida hay una exigencia del alma en hacer el cuerpo más espiritual. Por eso, el hecho de que después de la muerte existan cuerpos siempre más espiritualizados no choca para nada con las posiciones teológicas. Y encuentra su plena realización en el paradigma de Cristo resucitado: hacer el cuerpo obediente al alma es el camino de la santidad.
Esta trascendencia, con respecto al cuerpo que se llama trascendencia constitucional, el alma también la tiene con respecto al mundo y se define trascendencia estructural. Por tanto, reconocer todo lo que está fuera de nosotros, no es astral, sino más bien significa hacer el mundo espiritual. El conocimiento hace el mundo espiritual, y el mundo anhela en convertirse en hombre en el hombre, persona en la persona, todo el mundo, tanto el animado como el inanimado ha sido creado por Dios, por esta razón para ser él también, como el cuerpo puesto a disposición para nuestra realización, para nuestro crecimiento espiritual, intelectual y moral.

Existe una especie de cuerpo místico natural, no sé si alguien ya habrá dicho una frase como esta, pero quiero sostenerla. Conocemos el cuerpo místico que es el cuerpo que une a todos los cristianos vivos, pero existe también el cuerpo místico natural que une a todos, no sólo a los vivos y en este caso no sólo a los bautizados sino también a los que no viven, o sea, la naturaleza. El bien y el mal de los unos no solamente repercute sobre los otros, como en el caso del cuerpo místico, teológicamente hablando, sino también sobre el mundo, sobre la naturaleza.

Os leo una frase de S. Agustín: “Si tú sabes qué es la materia, el espacio, el tiempo, no eres ni materia ni espacio ni tiempo, porque tu estás por encima de todo esto”.
Sabemos muy poco de lo que puede el alma, pero puede mucho, y hay algunas situaciones en las que sale del alma como un destello de este enorme poder que tiene, porque Dios lo sabe todo, también el futuro libre, pero eso no significa que él vincule la libertad. Él lo sabe porque tiene una posición privilegiada y para él todo es presente y entonces sabe lo que sucederá, pero depende de nosotros si hacemos una cosa u otra que él ya sabía. Es una situación de privilegio que puede tener en parte, o gracias a Dios y hasta que punto no puedo saberlo, o por su misma naturaleza.

El alma, los ángeles y las almas de los difuntos, sabemos muy poco de su vida, del más allá, pero es cierto que estos seres tienen unas capacidades y posibilidades enormes, que tienen un amor grandísimo hacia la divinidad, entre ellos y hacia los seres de la Tierra.

Para los difuntos además, se añade el vínculo familiar, de amistad, de reconocimiento, entre los difuntos un papel particular lo tienen los santos.
He subrayado algunos aspectos del libro que aparecen a menudo. Se trata de ángeles y almas de difuntos. ¿Es correcto, Giorgio? (Giorgio responde:) “Se trata de ángeles y algunas personas que vivieron en la Tierra, pero como ángeles, es decir, entre estos visitantes del espacio no había difuntos, o sea hombres que vivieron en la Tierra y después vivientes en otros planetas del Cosmos”.

El segundo punto que aparece repetidamente es que estas personas muestran tanto deseo de ayudarnos y sobre todo quieren evitar la destrucción del mundo.
Por lo que se refiere a la destrucción del mundo, en el libro se habla de lo que han hablado muchas profecías. Otro asunto interesante es su socorro a los buenos, en este cataclismo y también eso lo he encontrado en algunas profecías. A este cataclismo sucederá una época de felicidad en la Tierra y a Giorgio eso se lo han dicho, le han hablado de este milenarismo.
Este milenarismo en el libro está expresado como Nuevo Edén y puedo decir que hay una respuesta del Santo Oficio que dice que todo eso es una doctrina que no se puede enseñar con tranquilidad porque no hay pruebas, entonces podéis ver cuanto en realidad se ha abierto la Iglesia.

Pero no debemos hacernos ilusiones de que no llegue una guerra, porque si no hubiera guerras, cambiaríamos nuestra manera de ser. El hombre, hasta que sea hombre, será motivo de guerra en la familia, en el partido, en la asociación, en la escuela… nos adaptamos a los tiempos.
Las últimas guerras han sido mundiales y serán cada vez más mundiales porque el mundo se hace cada vez más pequeño, gracias al progreso de los transportes y las telecomunicaciones.
No debemos hacernos ilusiones que estas llamadas pequeñas guerras como Palestina, Afganistán, Vietnam, evitarán otras guerras más grandes. Así como no deberíamos hacernos ilusiones con las bombas atómicas.
¿Quién entre nosotros es tan simplista como para pensar que si llega una guerra se combatirá con las armas de la guerra anterior?

Me ha causado un gran placer leer el libro de Giorgio porque me ha permitido ver como ya no es el hombre que apela el castigo a la bondad que es infinita, es misericordiosa, pero que tiene un límite también ella, como está escrito en el libro.
Pero no es sólo el hombre, es también el mundo que hará guerra al hombre. A la luz de estas consideraciones, ni para unos ni para otros se puede descartar la posibilidad de lo que se ha hablado en el libro. En el libro no existe nada que choque con alguna verdad revelada y eso representa un buen argumento a favor de la autenticidad del hecho.

Si alguien como Giorgio, por motivaciones que sólo la providencia conoce y que se encuentran para el bien de la humanidad, ha tenido el privilegio de entender los secretos del más allá y saborear de alguna manera sus maravillas, tenemos que dar gracias a Dios lo primero y luego a él que a través de una descripción muy sencilla, tocante y sentida, nos ha hecho participantes.

El libro además de ser un viaje bellísimo en un mundo paradisíaco, es un poema del amor de Dios para nosotros y una invitación urgente y repetida al amor, a Dios, al prójimo y a la naturaleza; es una seria admonición para abandonar el odio y el mal, y es de particular consuelo por lo que concierne el terrible cataclismo y fuente de gran alegría por lo que nos espera después de la prueba.