EL SER CELESTIAL- PRIMERA PARTE

de Giorgio Dibitonto

Puedo definir cuanto he escrito en ‘Ángeles en astronave’, en el capítulo quinto, mi primera experiencia visible con Jesús. Cuando tengo que decir algo sobre Él me siento pequeño verdaderamente pequeño y la voz se me desvanece. Confieso, sin quitar por ello nada a los Hermanos Celestes, que no es la misma cosa que hablar de ellos. La maravillosa belleza del Señor, el estado estático que deriva y la suavidad de su persona divina, te secuestran y te llevan cara a cara con Dios.
En esos momentos mi pequeñez humana no logra impresionar cuanto emana e si infunde de Él. En Él nos adentramos y desaparecemos para sentirnos uno mismo con Él y resurgir con una nueva identidad sea humana que espiritual. Él transforma todo y pone de relieve todo lo bueno y mejor del hombre.

Jesús majestuoso y muy dulce, embriaga con su luz y su amor se expande por dentro de quien está enfrente suyo como un dilatarse irrefrenable de una vida divina que no tiene comparación con lo que normalmente experimentamos. “Se me acercó, mientras una leve sonrisa expresó toda su amabilidad, adhirió a todo mi ser y me pude reconocer en Él. En la dulzura de su rostro me veía a mí mismo y sentía dentro de mí el amor purísimo y conmovedor que emanaba de aquel ser”.

No me es fácil decir de forma más clara lo que he escrito, pero creo que el Hombre-Dios Jesús tenga la capacidad de dejarse sentir y vivir lo que el hombre es en su mejor parte y de completarnos y perfeccionarnos. ¿Qué más podría decir que no suene banal? Hay experiencias místicas que no tienen palabras adecuadas y cuanto más las buscas menos coherentes te parecen con lo vivido.

“Aquel ser celestial emanaba una fuerza vital misteriosa, profunda y una dulzura infinita que daba paz”. Paz y fuerza son las dos cosas que he sentido entonces en una gran sensación de dulzura y ternura. Cuando la luz de Jesús te envuelve y aquella paz y amor te entran dentro profundamente, deseas que todo esto no acabe y que continúe hasta el infinito. Estás ahí todo envuelto y compenetrado de aquella beatitud y comunión y te parece que no existe nada más. No te haces más preguntas y no te parece natural que todo tenga que desaparecer.

Cuando, en cambio, desparece, estás con la alegría de la experiencia vivida y de lo que te queda dentro, pero tienes la impresión de haber caído en un lugar oscuro y profundamente irremontable. Reconocerse en Él significa que Jesús tiene la capacidad de hacernos de espejo, de reflejar de nosotros lo que deberíamos ser en la perfección del diseño original creativo de Dios. Queda dentro esa imagen y nos sentimos empujados a caminar espiritualmente hacia aquella realización. Esto no quiere decir que después no tengamos las dificultades de quien vive en este mundo pero un nuevo impulso interior nos ayudará y nos dará coraje para seguir aquel fin a pesar de nuestras caídas.

Cuando la voz de Rafael me prometió que lo habría vuelto a ver bajo ‘otros semblantes’ comprendí que tal vez lo volvería a ver bajo la forma de una persona humana y no como una luz. Estaba eufórico y pensaba que sería todavía más bello y concreto como cuando nos encontramos entre personas de este mundo.

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