LA ASTRONAVE-MADRE. SEGUNDA PARTE

de Giorgio Dibitonto

En el sexto capítulo de “Ángeles en astronave” he contado el encuentro cercano que tuvo lugar en las alturas de Spotorno en la provincia de Savona. Y ya he escrito un breve comentario en esta página web. Quiero recordar y reiterar algunas cosas que dijeron los Ángeles. Aquella vez también nos guiaron y condujeron los Hermanos del Espacio hasta el lugar establecido. Cuando llegamos allí, Rafael nos anunció su presencia en formas cósmicas.
Su luz no se hizo esperar y la oscuridad de la noche se convirtió en un alegre encuentro. “Advertíamos la misma paz que en todos los encuentros anteriores. El objeto espacial daba una sensación de grandeza y hacía que ese lugar pareciera irreconocible tan iluminado que estaba. Parecía el lugar de otro mundo de maravillas”.

Los Hermanos de la Luz elegían siempre lugares donde la naturaleza estaba incontaminada, lejanos de los centros habitados. Amaban posar sus medios espaciales sobre la hierba de los prados allí donde su presencia y la naturaleza se fusionaban armoniosamente. Aquella noche, de la astronave salieron primero cuatro discos voladores y de ellos bajaron hombres y mujeres que venían de otros mundos y dimensiones. Es imposible describir con palabras lo que se siente delante de un tal espectáculo y a contacto con nuestros Hermanos Mayores.

Si algo o alguien no te ayudase, se podría uno morir por la emoción, pero siempre nos sentimos sostenidos y capaces de sostener estos hechos que se sucedieron en el arco de seis meses.
En aquella noche inolvidable, incluso los aromas, que no nos parecieron de este mundo, nos alegraron e hicieron que todo fuera extraordinario. Hubo momentos de verdadera conmoción y la paz y la alegría se reflejaban en todo y en todos, extraterrestres y terrestres.

Su presencia siempre transformaba el ambiente en un jardín del Edén porque parecía que no estábamos en la Tierra y que habíamos sido transportados de una manera rápida y mágica a otro mundo y a otra dimensión. Hasta el canto del ruiseñor entró en el escenario como cosa viva y mensajera de voces celestes. Todo en definitiva nos llevó más allá de nuestra vida cotidiana y normal de terrestres.

El anuncio de Rafael, siempre sintético y claro, se hizo sentir y aquellas palabras quedaron esculpidas en nuestras mentes y en nuestros corazones. “Pronto la Tierra será nuevamente el jardín del Edén. Pero los hombres de la Tierra, por la dureza de su corazón, antes de ser nuevamente felices tendrán que sufrir mucho. Vencerá al final el Amor que hay en cada uno, más fuerte que cualquier mala pasión”.

Después Firkon explicó de manera más práctica aquellas palabras: “En la Biblia”, dijo con vivacidad, “se lee que los Hebreos tuvieron un éxodo que los condujo fuera de la esclavitud. Pues bien, este es nuestro mensaje actual: La Tierra se prepara para un nuevo éxodo sin precedentes en su historia. Ningún hecho acaecido en la Tierra podrá ser comparado a lo que va a venir. Para comprender, es necesario que se lean “los signos” que el texto cuenta para aquel éxodo. Columnas de humo y de fuego, que vosotros hoy llamáis discos y astronaves, estuvieron al frente de los fugitivos de Egipto. Los mismos signos, las mismas realidades que os están preanunciando el nuevo y definitivo éxodo que os conducirá fuera del mal y os llevará al Amor Universal, vendrá la tierra prometida. Es muy importante que esto sea entendido por todos. El tiempo apremia.

“Nosotros”, dijo Ilmuth con voz dulcísima, “os acompañaremos como hicimos entonces, y mucho mayor será nuestra asistencia. Os conduciremos en el jardín del Edén” . Kalna anunció que la humanidad se dispone a atravesar un gran desierto, sea en sentido humano que espiritual, porque en la Tierra vendrá la gran desolación preanunciada también en el Evangelio de Mateo (capítulo 24). Y dijo: “No os dejaremos nunca y estaréis

protegidos como ninguna criatura lo fue nunca en vuestro tormentado planeta”

Kalna continuó diciendo que entonces los israelitas fueron conducidos por Moisés y que ahora será Jesús, el nuevo Moisés, que conducirà la humanidad en su nuevo éxodo final. Dijo de Él: “ Él amará todos los pueblos de la Tierra durante su éxodo final y será padre y hermano muy dulce. Todos aquellos que tendrán confianza en Él y querrán tenerlo como guía, podrán llegar a la meta prefijada”.

En los comentarios sucesivos a los capítulos del libro escribiré otras cosas. Ahora me gustaría decir sólo que en aquel tiempo yo no conocía el libro de Ezequiel de la Biblia y me quedé muy sorprendido cuando más tarde lo leí y encontré que al profeta se le había mostrado la “gran nube” y que habían salido los cuatro seres vivientes. Las descripciones de Ezequiel recuerdan sea la astronave que los cuatro discos voladores que vimos en Spotorno. La descripción de las “ruedas” y de los “ojos todo alrededor” y tantos otros detalles coinciden con la experiencia de Spotorno como también los seres que lo contactaron y le dieron un mensaje espiritual. De hecho, Ezequiel, en el Capítulo Primero (versículos 1-21) de su libro bíblico escribió: “El día cinco del mes cuarto del año treinta, estando yo entre los deportados junto al río Quebar, se abrieron los cielos y tuve visiones de Dios. El cinco del mes –era el año quinto de la deportación del rey Jeconías- vino la palabra del Señor sobre Ezequiel, hijo de Buzi, sacerdote, en tierra de los caldeos, a orillas del río Quebar. Alli se posó sobre el la mano del Señor.

Vi un viento huracanado que venía del norte: una gran nube y un fuego zigzagueante con un resplandor en torno, y desde el centro del fuego como un resplandor de ámbar, y en el centro de todo la figura de cuatro seres vivientes. Este era su aspecto: tenían forma humana, con cuatro rostros y cuatro alas cada uno. Sus piernas eran rectas y las plantas de sus pies como las de un becerro. Brillaban como bronce bruñido. Debajo de las alas tenían manos humanas por los cuatro costados, los cuatro tenían rostros y alas. Sus alas se juntaban una a la otra. No se volvían al caminar; caminaban de frente. Su rostro tenía este aspecto: rostro de hombre y rostro de león por el lado derecho de los cuatro, rostro de toro por el lado izquierdo de los cuatro, rostro de águila los cuatro. Sus alas estaban extendidas hacia arriba: un par de alas se juntaban, otro par de alas les cubría el cuerpo. Los cuatro caminaban de frente; avanzaban a favor del viento, sin volverse a caminar.

Y en medio de los vivientes había como ascuas encendidas, parecían antorchas agitándose entre los vivientes. Había un resplandor de fuego y de él salían relámpagos. Los seres vivientes corrían en todas direcciones, como rayos. Miré y vi una rueda en tierra junto a cada uno de ellos, vuelta hacia sus cuatro rostros. En cuanto al aspecto de las ruedas y su estructura: eran como de crisólito resplandeciente. Las cuatro se asemejaban. Su aspecto y estructura era como si una rueda estuviera dentro de la otra. Cuando se movían, iban hacia los cuatro lados, y no cambiaban su dirección. Sus llantas eran imponentes, las cuatro resplandecían alrededor. Cuando los seres vivientes marchaban, las ruedas se movían junto a ellos; si se alzaban del suelo, se alzaban también las ruedas. Dondequiera que iba el espíritu, iban también las ruedas. Las ruedas se elevaban junto a ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaban en las ruedas. Cuando aquellos andaban, también se movían las ruedas; cuando se detenían, también éstas se detenían; cuando aquellos se elevaban del suelo, también las ruedas se alzaban junto con ellos, porque el espíritu de los seres vivientes estaba en las ruedas”.

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